Donde no transcurra el tiempo,
mi tiempo; el de nadie. Como una brisa de primavera que se empeña
en hacer suyo este día tan
gris.
En los confines de la mente
donde medita y se halla el ruido permanente de algo que sabe
cada vez más de su olvido.
El mundo tan salvaje
tan lejos de eso que no es vida. De entre tanto abigarramiento
no sale nada bueno.
Los árboles, las flores, los pájaros y el prado verde que amanece llorado de rocío;
el ruido seco de su silencio. La voz tan ronca de tan grande
que resulta el mundo
más allá del esto.
Del esto que no es más que una parcelita,
un terreno baldío lleno de otros con sus otredades; a veces inocuas,
para mí desconcertantes.
Más allá del esto seco y mundano como una alcantarilla. Allí el mundo. Allí las rocas y los bosques que no recuerdan;
las mareas del tiempo que rugen de puro pesar.
En los confines de una mente
que dibuja otro sitio.
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