De enjambre hecho a su medida, el cielo
que vira en su inmensidad hacia mí,
que oscila vacilante en el juego del vacío
y ostenta con orgullo el triunfo del primero en ver y ser visto.
La luna en su podio mar platino
ausculta las dudas del que la observa con detenimiento.
Y se ríe mientras pasea
porque no encuentra respuesta el que la busca en uno.
Que tiemble en su infinita longitud;
aquí no nos damos cuenta.
Zapatos relucientes,
adoquines impolutos.
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