Maldivas es un país ubicado en el Océano Índico formado por 26 atolones que albergan miles de pequeñas islas de coral. Es un destino conocido por sus playas de arena blanca y aguas cristalinas, por su buen clima y por los lujosos hoteles que ofrecen todo tipo de experiencias en este país tropical.
Unas vacaciones en Maldivas componen los sueños de muchos viajeros y lo cierto es que no es para menos. Uno de los destinos turísticos más cotizados del mundo se muestra en verano como una opción a tener en cuenta para los viajeros que buscan tranquilidad y naturaleza en estado puro.

A Maldivas se llega en avión. Desde España sólo se puede viajar sin escalas durante el verano (junio, julio y agosto) a través de los vuelos ofertados por Iberia. Durante el resto del año, los turistas deberán hacer escala para poder llegar al aeropuerto de Malé. El vuelo directo se realiza de noche y tiene una duración aproximada de once horas. Esto es un punto a favor del turista puesto que la noche tiene lugar en el avión y los efectos del jet lag se reducen considerablemente.
Para viajar a Maldivas en tiempos de Covid-19 hay varios trámites que se deben considerar. Para entrar al país es obligatorio realizarse una prueba diagnóstica PCR con resultado negativo dentro de las 96 horas anteriores al vuelo. Esta prueba deberá llevarse consigo puesto que las autoridades podrán pedirla en los controles sanitarios.
Además, se debe rellenar un formulario que proporciona un código QR que será requerido una vez el pasajero aterrice. Esta declaración se hace a través de internet y en ella deben constar los datos básicos del viajero así como los documentos de vacunación y prueba PCR. Una vez completado el formulario, la página web proporciona un código QR que se debe descargar en el teléfono móvil. Es importante saber que esta declaración se debe realizar también para salir del país por lo que durante el último día de estancia en Maldivas se debe rellenar el mismo formulario, pero en el apartado departure (salida). Así mismo, para entrar en España se debe realizar un formulario similar que también aporta un código QR que será escaneado en el control sanitario del aeropuerto.
La mejor época para viajar a Maldivas es de noviembre a abril. El resto del año es temporada de lluvias. Sin embargo, las temperaturas siempre son constantes y oscilan entre 28 y 30 grados y el clima no deja de ser favorable. En verano, agosto es el mejor mes para viajar. Es probable que una tormenta se interponga en tu día de playa, pero no suelen durar mucho. Yo tuve suerte y sólo llovió cuando ya estaba en la cama.
El aeropuerto de Malé es un lugar algo caótico. Recuerda al bullicio propio de las ajetreadas ciudades árabes. Todo el mundo va a lo suyo y hay una gran cantidad de gente concentrada en un espacio pequeño. Pero no tiene mucho más trámite: una vez recogidas las maletas, los turistas buscan el puesto de su hotel. En mi caso, el Meeru Island Resort. Allí se hace una comprobación de nombres y reservas. Cuando está todo listo, un trabajador acompaña al grupo a su próximo transporte. En mi caso, un barco rápido, pero también cabe la posibilidad de llegar a las islas por medio de avioneta. Esa para la próxima vez.
El mar un poco picado ofreció un viaje movido. La lancha saltaba entre el oleaje y los maltrechos cuerpos de unos turistas cansados a las doce de la mañana se resentían. Pero tampoco demasiado. La visión que ofrece la salida en barco de Malé es esperanzadora. La nave pasaba entre diferentes islas y atolones con la indiferencia propia del que ha convertido lo extraordinario en rutina. Aguas azules se funden a lo lejos con playas apetecibles en el vaivén del trayecto.
Al fin, la llegada; esta vez de verdad. Y un sonido de percusión y palmas resonaba mientras que los viajeros bajábamos de la embarcación. Una bienvenida curiosa. El personal nos indicó que no nos molestarían con el asunto burocrático del check-in. Directos al bufet. Así pues, en rebaño, los españoles llegados a la otra punta del mundo nos dirigimos a llenar la tripa en medio de la estupefacción producida por la averiguación de una ausencia total de pavimentación: el suelo es de arena.
Una vez completo el check-in, sólo queda disfrutar. Este es el único verbo que se puede conjugar como huésped en Maldivas, literalmente. No hay una oferta abrumadora de excursiones y, en parte, se agradece. El turista alojado en un resort puede navegar, hacer snorkel, submarinismo y poco más. Toda la actividad se resume en el disfrute de las maravillas naturales que se hayan bajo el mar.

La exuberancia de fauna y flora marina es apabullante. A pocos metros de la orilla se puede disfrutar de un nado agradable con criaturas extraordinarias. Peces de todos los tamaños y colores se arremolinan en torno a los corales vivos que ofrecen colores de fantasía. Como si de un documental se tratase, se puede observar el comportamiento de las diferentes especies si se tiene paciencia y ganas.
Es por ello que la mayor recomendación que puedo hacer para viajar a Maldivas es la adquisición de un equipo adecuado de snorkel. Yo he probado multitud de gafas y tubos, pero al final siempre tenía los mismos problemas. El agua entraba y las gafas terminaban por empañarse. Este año decidí comprar una máscara para realizar esta actividad y es la mejor compra que he podido hacer. Gracias al aire de la máscara, flotas en la superficie sin hacer demasiado esfuerzo. El compartimento facial permanece estanco y la respiración se puede realizar de una manera prácticamente natural. Además, aconsejo el uso de aletas pues con ellas el desplazamiento en el mar es mucho más sencillo.
La gran virtud de Maldivas es el estado de sus playas. El turismo se ha realizado de manera sostenible por lo que el desgaste que ha sufrido la vida marina ha sido leve en comparación con otras zonas como el Caribe. Nadar en la playa es la actividad a la que los turistas le dedican más tiempo porque no tiene desperdicio. Tan pronto el agua cubre por la cadera como te encuentras en una profundidad de más de diez metros observando especies que sólo has contemplado por televisión. Es magnífico para cualquier amante de la naturaleza.
Es cierto que se debe tener un poco de valor para nadar en medio de tortugas, rayas, morenas, peces león y tiburones de puntas negras. Pero cuando el miedo inicial pasa, la experiencia es inolvidable. Así pues, yo pude disfrutar de la compañía de todas estas especies sin realizar excursión alguna. Sólo la playa, mi máscara y yo.
Maldivas es sinónimo de relax. La paz que se respira en los hoteles es encomiable. Desde el primer momento en el que pisé el Meeru Island Resort me di cuenta de que aquello era otro rollo diferente a lo que había visto hasta entonces. No hay música a alto volumen, ni fiesta por el día, ni animadores, ni nada que pueda molestar a unos turistas que se encuentran en modo avión. La gente lee en sus tumbonas o se balancea suavemente en las hamacas escuchando la sintonía del taimado oleaje. Si lo que buscas es fiesta y descontrol, este no es tu sitio.

Maldivas es el destino perfecto para aquellos estresados que buscan unos días lejos del ajetreado mundo y para los que quieren la foto perfecta para Instagram. El postureo está a la orden del día, aunque es cierto que tiene sentido. El equipamiento fotográfico es fundamental, aunque la mayoría se apaña con el teléfono. Yo llevé mi Sony a6000, el Sigma 16mm f1.4 y un Sony 50mm f1.8. Baterías, tarjetas de memoria, parasoles y todos los accesorios necesarios. También llevé mi vieja Sony a200 con el 50-300mm de Sony aunque ni siquiera salió de la maleta. Sin embargo, lo fundamental es llevar una cámara acuática. Si quieres tener un buen recuerdo en formato vídeo de encuentros con lo salvaje, no escatimes. Yo compré una Akaso V50 Élite y he quedado muy satisfecho con el resultado y su relación calidad precio.
En verano amanece y anochece temprano por lo que el viajero español sufrirá una modificación de su habitual rutina. Se hace todo antes, pero no supone un mayor problema. Además, entre España y Maldivas hay tan solo tres horas de diferencia: el jet lag se hace casi inexistente.

Gracias al sol Maldivas es un destino tan cotizado, pero cuidado. El sol es peligroso si te expones directamente a su radiación durante las horas centrales del día. De 09:00 hasta las 16:00 puedes sufrir graves quemaduras aunque te hayas protegido con crema. Mi consejo: no tomes el sol directamente porque lo lamentarás mucho.
Maldivas es un destino exclusivo. Los precios del viaje han sido siempre prohibitivos para muchos viajeros. Pero la cosa no acaba con el vuelo y el alojamiento. Maldivas es extremadamente caro. Los hoteles-isla tienen su propia tienda en la que fijan precios desorbitados por cualquier producto que se busque adquirir. La compra de souvenirs es una actividad de alto riesgo para la cartera. Los precios de los llaveros e imanes no bajan de los 8 dólares y de las figuritas ni hablamos.
En Maldivas se puede pagar con dólares y tarjeta. Durante la semana que pasé allí no vi ni una rupia maldiva. Las transacciones en el hotel se realizaban con el dólar americano y con la tarjeta. Menos quebraderos de cabeza para cambiar divisa y calcular el precio en euros de todo.

Maldivas es un destino de esos que dejan regusto. Un lugar paradisiaco en el que no hay gaviotas, sino murciélagos de la fruta. Los peces que nadan en la orilla al atardecer son pequeños tiburones y lo que parece una piedra acaba por ser una raya de dimensiones descomunales. Un lugar para probar cosas nuevas y desinhibirse de la rutina. Además, gracias a los estrictos controles sanitarios, la vida en los atolones no ha sufrido un gran impacto del Covid-19. Es cierto que la mascarilla es obligatoria en el bufet y en las recepciones, pero nada más de ahí. Los viajeros podrán disfrutar no sólo de una porción del cielo en la tierra, sino de un viaje en el tiempo.
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