Hace ya algún tiempo que me vengo planteando este dilema. Tal vez porque mi manera de entender la fotografía no esté tan enfocada a plataformas como Instagram. O quizá porque una vez deslicé en una historia para ver un anuncio de presets para Lightroom y ahora no paran de salirme anuncios de productos relacionados con ellos.
Los presets son ajustes preestablecidos, una especie de filtro, que suelen usarse en programas de edición fotográfica como Lightroom o similares para ahorrar tiempo en el proceso de edición de las fotos. Esto ha existido desde siempre: la manera más cómoda de editar fotografías similares es copiando y pegando ajustes para posteriormente retocar lo que sea necesario. Se ahorra mucho tiempo. Ahora bien, desde hace algún tiempo, se ha puesto de moda la comercialización de estos presets porque es una manera fácil para los fotógrafos de sacar rendimiento a sus redes sociales. Y en realidad no hay ningún problema en ello.
Sin embargo, existe un asunto de fondo que de vez en cuando algún fotógrafo saca a relucir en Instagram o Youtube. Y se trata de la homogeneización de contenido en este tipo de plataformas. Se podría hablar de plagio a escala mundial porque los límites de la apropiación intelectual en las redes están difuminados. Así pues, no es de extrañar que cada vez se vean más y más fotos y vídeos que siguen todos el mismo patrón.
Y esto es gracias a tutoriales, modas y presets. Porque por una módica cantidad que no supera los veinte euros uno puede hacerse con un pack de presets capaces de darle un toque influencer a una foto. Los hay de todo tipo: paisaje, retrato, fotografía urbana, fotografía de interiores y de estilo de vida. Infinita variedad de poder cambiar tu foto, original y única, por otra que se parezca a la mayoría de publicaciones porque, sorprendentemente, funciona.
Y es que resulta evidente que Instagram no premia la originalidad de las composiciones ni el componente artístico de las mismas. Instagram no es una persona, sino un conjunto de algoritmos. Lo que funciona, funciona durante un tiempo hasta que se cambia y comienza a funcionar algo similar. Tampoco es nada malo en sí, pero me resulta muy aburrido.
Las redes sociales son una herramienta que posee una gran parte del mundo. Cada uno tenemos el poder de compartir lo que nos dé la gana. Se ha democratizado todo y ahora no sólo somos visitantes de una exposición, sino ponentes de nuestra propia galería en un museo virtual que es nuestro perfil.
la fotografía no deja de ser una forma más de liberación, de expresión y, por ende, de arte. A pesar de que la fotografía artística tiene su nicho, yo considero toda expresión visual con el ánimo de transmitir como una forma artística, humana, de despertar en el otro emociones o sentimientos que incluso, gracias al impacto que tienen las imágenes, provoquen una reacción plausible en el mundo real.
Los presets no están mal, pero si te acabas de comprar una cámara con modo manual, aprende un poco, que no es tan complicado como parece, de verdad. Luego sólo quedará el disfrute de probar, componer, experimentar, disparar y, si quieres, editar.
Últimamente ha nacido la tendencia de compartir las fotos en .JPG, es decir, tal y como salen de la cámara y me parece una opción tremenda sobre todo para aquellos que disfruten de la intimidad de estar con su cámara, una máquina compleja y brillante, y traten de captar un momento tal y como vino. Sin formato RAW, ni Lightroom ni Photoshop. Un binomio único formado por el hombre y la cámara.
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