No me sigas en redes, por allí hace mucho que no me ven.

Esto es un blog.

Un mar de papel

Publicado el

por

Hace bastante tiempo que no puedo verme en el futuro con claridad. Quizá han pasado tres años desde la última vez que me imaginé en una proyección con la certeza de que aquel sería mi destino. Durante algún tiempo me preocupé por mi pobre y desaventurado yo del futuro hasta que me di cuenta de la soberana inutilidad de gastar tiempo y esfuerzo en construir castillos en el aire. Entonces dejé de preocuparme al uso por mi yo futurible y comencé a realizar un camino desde aquel hoy.

Creo que la última vez que me imaginé mas allá del tiempo me vi como arqueólogo o historiador. Pero la realidad terminó por hacer de las suyas y ese tipo se fue borrando poco a poco hasta hacerse invisible del todo. Más que eso, se hizo polvo, como si nunca hubiera estado allí, como si el sueño en el que resultaba ser un arqueólogo con el correspondiente sombrero y chaleco jamás hubiera existido. Y no sé qué es lo que más daño hace: la evidencia del recuerdo o el retorno del olvido.

Sea como fuere, en pocas simulaciones que mi mente suele lanzar al vacío cuando me ducho acabaría en este preciso instante. Y resulta curioso porque es lo único que cuenta. Hoy por hoy, tengo una encimera con muchos bártulos y pocas certezas. Quizá tenga en la mesa tantas páginas como las que escribiré en toda mi vida. Lo peor de todo es que es un no parar: un frenesí de tinta se suma al afluente de otro gran río que levita sobre mi cabeza; una pequeña biblioteca personal vigila cada palabra que escribo y ya saben, cuando se tiene a todos los maestros de la literatura y el periodismo sobre ti, uno puede llegar a sentirse hasta presionado.

Ayer mismo han llegado tres libros más. Tres obras de dos autores que contribuirán a crear una mejor concepción del mundo y de mí mismo y a continuar la creciente pobreza que atravieso creo ya de manera crónica. El señor que trae los libros a casa se sabe mi nombre y no es broma. El otro día me preguntó mi apellido porque “ahora mismo no me acuerdo”. Se me cayó el alma al suelo, por no decir otra cosa. Porque también podría ser, no nos vamos a engañar; pasar tanto tiempo en pijama contribuirá a aquello del síndrome del abuelo y quien entendió pues entendió.

Se me amontonan libros en la mesa y en los estantes. No puedo ni quiero leer tan rápido. Me gusta saborear cada palabra, cada construcción sintáctica de los párrafos. Pero cada vez descubro más cosas y un libro me lleva a otro. El final siempre es el mismo: el repartidor llama a la puerta para entregarme otro paquete. Hace algún tiempo que no compro en librerías de verdad. No es que no quiera, pero El Corte Inglés al que solía ir está cerrado por reformas y lo van a hacer un centro de oportunidades o algo así. Es una verdadera lástima porque hasta finales de mayo no podré comprar un libro esperando como un niño a que la dependienta me pregunte que si es para regalo y decir que sí, que me lo envuelva. Luego llego a casa y me pregunto en qué momento me volví tan payaso. Pero presto a desenvolver el mismo libro que poco antes he elegido, de nuevo me cuestiono qué carajo voy a hacer con la bolsa que me han dado. Lo peor viene ahora: cuando abro el libro y pongo fecha aproximada a su lectura. Termino por condenarlo al ostracismo durante mucho tiempo mientras que yo seguiré con gusto ahogado entre mares de letras y él aguarda paciente su turno.

Etiquetas

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: