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Victorias a medias

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Las elecciones en las que no voto son más soporíferas de lo normal. Pero cuando el asunto va de los comicios en Cataluña la cosa se eleva al cuadrado. No es por nada en específico, sino por todo en general. El circo mediático audiovisual acaba por aburrirme porque casi siempre están los que ya han salido antes. Creo que lo único que me sorprendió sobremanera de la jornada electoral fue la tremenda remontada capilar que lució Ferreras mientras gozaba a más no poder en uno de los días señalados en su agenda como festivo personal.

Todo transcurrió con cierta normalidad, esa que nos han impuesto tildándola como nueva. La gente fue a las urnas y votó entre estrictas medidas de seguridad, colas como si regalaran algo y chubascos. Todo lo que se pueda decir del resultado de las votaciones será superfluo. El bloque independentista ha conseguido sumar una hipotética mayoría, aunque el PSC de Illa ha ganado en votos. Comienza ahora la segunda ronda del juego, esa en la que los políticos hablan como si la prensa no hubiera tomado apuntes de sus anteriores declaraciones, los tuiteros comentan y, al final, los partidos acaban por hacer lo que pueden. La gran incógnita a esta hora es saber quién va a gobernar con quién porque todo parece estar claro hasta que deja de estarlo.

Sin embargo, las elecciones no suelen ser más que una excusa para hablar de política. Así, Gerard Piqué aprovechó la ocasión para lanzar una pregunta dirigida, como las del CIS de Tezanos, al océano hambriento de Twitter sobre las futuribles consecuencias de un resultado electoral que deja mal a la derecha. Y ya saben, como hoy en día todo es susceptible de interpretación, el central del Barça sigue siendo, qué sorpresa, héroe y villano nacional.

Vox ha entrado en el Parlament a golpe de escaño. Once son los asientos que la formación de Santiago Abascal ha conseguido en Cataluña. El fortalecimiento del partido con nombre de diccionario ha supuesto el hundimiento casi definitivo de Ciudadanos. La estrategia de la equidistancia entre malos y peores parece no haber servido de nada a un partido sumido en la miseria y el desconcierto a nivel nacional. Quizá sean las elecciones andaluzas, que se celebrarán dentro de dos años, las que den el golpe de gracia y terminen por fraguar un partido que pudo haberse proclamado campeón de unas elecciones nacionales. Lo del Partido Popular es algo peor. Sólo han conseguido tres escaños y se quedan sin grupo parlamentario propio. Casado ve cómo Abascal, su hermano mayor y algo más robusto, le pasa por la derecha con un coche verde, más nuevo, más grande y más patriótico, al menos visto desde el carril del centro.

Pero de todos estos votos y escaños, me quedo con los que no han sido. La abstención reinó el domingo en Cataluña y la participación sólo alcanzó el 53 por ciento. Casi la mitad del electorado prefirió quedarse en su sofá viendo desde la tranquilidad y seguridad de su hogar cómo se desarrollaba la jornada electoral. Lo triste es que casi una mitad decidió por la mayoría. Pero por lo menos la otra mitad pudo cerciorarse de que no se contagiaba por votar a unos políticos que llevan una década dando vueltas en círculos.

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