Soy un soñador. Pero un soñador literal; sueño mucho, prácticamente todas las noches. Tener sueños conlleva tener, de vez en cuando, alguna que otra pesadilla. Una de las más recurrentes es la de la privación de la libertad de algún modo: me meten en la cárcel, me secuestran o me vuelven a confinar en casa. Esas pesadillas son las peores que puedo tener porque me levanto completamente convencido de estar viviendo en prisión con el objetivo de escaparme de algún modo. Luego me doy cuenta de que no es verdad, que sigo en la misma habitación de siempre durmiendo en la misma cama de siempre y junto al mismo perro que ronca como si no existiera un mañana.
Entonces me sumerjo en una nueva pesadilla: me siento preso dentro de mí, como si cayera por un precipicio lentamente y un aire cálido escudriñara cada imperfección de mi rostro a la velocidad de un lento mecer de la brisa. Pero es tan lento que llega a ser irremediablemente rápido porque todo termina sucediendo sin poder echar guante de un saliente. Y me siento exactamente igual que el día anterior.
Por todo ello, me repito que soy un tipo libre, bueno, todo lo libre que quiero ser. Porque en todos los años que llevo estudiando los sentimientos, las relaciones, la historia o las letras he aprendido que el hombre es libre, pero que no siempre quiere llegar a serlo. No es nada nuevo, ya lo decía Sartre con su «estamos condenados a elegir». Porque lo estamos de verdad y elegir es muy incómodo. Nos incomoda tener que tomar decisiones que afecten decisivamente a una nimiedad. Es molesto porque ya las cosas dependen de algo, no es el karma o la estupidez ajena la que hace o deshace, es uno. Normalmente, optamos por la opción más cómoda y fatal: la no decisión. No obstante, se trata de una vía más, una manera de decir «eh, aquí estoy yo y mi carácter pusilánime». Nos emparedan entre toneladas de cotidianidad y se comienzan a ir amigos, familiares, momentos y años hasta que decimos aquello de «joder, y yo ¿cómo he llegado aquí?». Pues si hasta aquí hemos llegado es porque nos pareció bien hacer tal o cual cosa.
La libertad, entendida como tal, no se reclama, se ejerce a golpe de cultura, conocimiento y sabiduría. La libertad no goza de la flexibilidad de una moral mal estudiada o entendida, es un elemento arisco y cortante: se tiene o no. No se puede ser libre a medias porque realmente estaríamos siendo necios a tiempo completo. Yo quiero ser tan libre como pueda y por ello ejercito mi libertad hasta los extremos.
Mi libertad no acaba donde empieza la de otro porque el otro no sería libre y entonces viviríamos en un sistema stalinista. Mi libertad empieza donde me dé la real gana porque el único capaz de ser libre por mí soy yo. Así que ya saben, jodan y dejen joder.
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