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Algo que decir

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El gran temor de los que vivimos para las letras es quedarse en blanco, nadar en el inmenso vacío de la mente y trasladarlo de lleno al papel, tan blanco como el pensamiento, y sentir ganas de estallar la pluma o el portátil porque simplemente no hay nada que decir.

Es cierto que siempre habrá gente que tenga palabras para todo, para cualquier situación, incluso cuando no se necesiten, es más, para cuando sobren. El típico personaje siniestro que vive por la boca y habla sin cesar de cosas que no importan a nadie. Suele ser de la misma especie que el ostentador; el individuo que habla siempre de lo que tiene, ha logrado o le han conseguido. Se podrían categorizar como primos hermanos, o hermanos primos, allá cada uno. Este tipo de personas tienen la capacidad para hablar en cada instante de su existencia sobre cosas sin apenas importancia. Yo, no sé si por fortuna o por desgracia, no pertenezco a esa fascinante estirpe. Me quedo sin palabras a menudo y simplemente dejo de escribir.

La inmensa mayoría de tertulianos que viven mendigando por programas televisivos son gente que pertenece a esa raza. Siempre tienen un pero para cualquier situación. Da igual de qué se hable, pero si es de política o fútbol mejor. Fundamentalmente porque en la televisión no se habla más que de esos dos temas añadiendo el clásico cotilleo maximizado por las redes sociales. Como en España todo el mundo sabe de todo, todos tenemos derecho a opinar de cualquier cosa y, lo que es más peligroso, la opinión sería, por derecho, respetada. Así pasa que estos tipejos dicen cualquier cosa y la audiencia se divide en críticos y aduladores del sujeto en cuestión.

La gente que vive de sus palabras temen quedarse sin ellas, mudos por toda la inmensa eternidad. ¿De qué viviría entonces un novelista, un buen periodista o incluso un charlatán? Pues de nada. Pero lo que sólo los buenos escritores y gente dada a la lectura comprende es que el silencio no es el vacío de la palabra, sino el resonar de la quietud. En música, dicen los entendidos, son tan importantes los silencios como el sonido; en la vida también suele pasar. Lo que verdaderamente sucede es que el silencio da mucho miedo porque permite escucharte en toda tu plenitud y, digo yo, que si algunos de los personajes en cuestión se escucharan tal y como nos vemos a hacerlo nosotros, se irían al exilio irremediablemente.

Cuando no tengo nada que decir, no digo nada. No podría aportar nada a nadie que mi opinión le importara nada y, mejor aún, que no me importara nada a mí. De este modo, cuando la gente habla de Gran Hermano o algún programa telebasura similar, me limito a callarme porque no tendría sentido explicar las razones por las que me parece una auténtica mierda. Si la gente lo ve, allá ella. Yo me limito a examinar sus opiniones y como nadie me pide la mía, acabo por reírme.

Mi madre es el sujeto gracias al que, con la innegable aportación de mi padre, estoy vivo. Nací y ahora me mantiene a todos los niveles porque no dejo de ser otro personaje más, pero estoy fuera del circo y a mí nadie me paga. El otro día me dio una idea buena, como la inmensa mayoría. La hice caso y ahora estoy intentando ser algo así como un fotógrafo. Pero mi suerte es de doble filo: siempre intento trascender y luego me pregunto qué estoy haciendo. Me digo que podría ser perfectamente un tipo más, pero luego creo firmemente que no podría llevar a cabo una vida disoluta y vuelvo a reiniciarme hasta que encuentro algo bueno. Y parece ser que lo he encontrado; más bien me lo han mostrado.

Nunca había pensado dedicarme a la fotografía, pero me surgió la idea de hacerlo de una manera diferente y ahora publico fotos en blanco y negro en mi perfil de Instagram. Es cierto, he claudicado de momento y ahora soy otro esclavo de las redes. Pero ahora soy un poco más feliz, o, al menos, tengo otro propósito. Y he comenzado así el artículo porque todo tiene relación entre sí: quizá haya sido el miedo al vacío lo que me haya reconducido hasta aquí. El miedo a quedarse en blanco me ha puesto en perspectiva todo lo que he hecho y lo que podría hacer y me ha dicho que la mejor manera de aportar algo diferente en un mundo tan heterogéneo que, al final, resulta monótono, es hacer lo que yo crea conveniente, es decir, fotografías en blanco y negro que son las que van a ir encabezando cada artículo a partir de ahora.

En otro artículo expondré mis motivos para hacerlo, que ya estoy un poco cansado. En definitiva, lo que he sacado de conclusión de todo esto es que nada parece tener una conclusión definida exceptuando la propia vida. Simplemente es el devenir de la marea del tiempo el que me mece en una cuna de grandes dimensiones para proseguir con el camino que todavía ando buscando.

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