La utilidad de tener un espacio público en el que se puede escribir sobre lo que te venga en gana es precisamente ésa, que puedo decir lo que pienso siendo yo mi primer y último censor. Ayer escribía sobre la vida en general y las consecuencias que trae consigo. Hoy lo hago sobre la ingente cantidad de buenos hombres que existen y que se interponen en nuestro camino de vez en cuando si tenemos suerte.

Yo he tenido la oportunidad de crecer con dos buenas personas como referentes: mis padres. Sin embargo, a lo largo de los años y las experiencias vividas he sufrido, como todos, engaños y desengaños. Porque las relaciones sociales no son más que eso, exceptuando por supuesto a las buenas personas de verdad. Desafortunadamente se podrían contar casi con todos los dedos de nuestro cuerpo. La inmensa mayoría de personas con las que nos vemos obligados a vivir y relacionarnos no formarán parte de ese selecto club de ánimas caritativas y con buen poso nunca. Es una jodienda, pero es lo que hay.

Yo he sido testigo de derrumbes de vidas sociales de golpe y plumazo. Pero la vida sigue porque siempre estamos en una continua búsqueda de personas que verdaderamente merezcan ser conocidas, aunque no lo sepamos. Hay gente que tiene un imán para los imbéciles; algunos dicen que por ser demasiado buenos. Yo pienso que no, que nunca se es demasiado bueno, sólo se puede estar rodeado de personas que no están a tu altura, que no merecen tu presencia. Ser demasiado bueno no podría ser sino un halago. Jamás podría tomarse como algo despectivo porque el término «cabronazo» pasaría a formar parte de un título enmarcable en la cabeza trastocada de más de uno.

A pesar de que no lo parezca, la gente buena siempre está dispuesta a encontrarse con otra gente de similar bondad. Porque si pensamos lo contrario, que podría asemejarse más a la realidad, todo no sería más que una basura de la que huir.

Creo firmemente en la bondad de las personas gracias a lo que he experimentado y leído. En mi breve experiencia vital ya he podido atestiguar ser compañero, amigo o familiar de gente buena. Porque los buenos hombres se abrirán camino.