Hablar de política española despierta en mí sensaciones siempre desechables como enfado o ira hacia todo. Es por ello que no acostumbro a hablar de ello y menos en las redes. De ahí que fundara Leteo, un periódico digital en el que no se hablara de política nacional. La idea funcionó muy bien e interesó bastante; ahora nos hemos tomado la licencia de cogernos unas pequeñas vacaciones para volver con más fuerza.

La política no es en sí el problema, sino todo lo que ella atrae. Me termina poniendo malo y enervando hasta el punto de escribir largos artículos para luego sentirme igual que antes porque no he cambiado nada, sólo he plasmado por escrito lo que ya subyacía en mi mente. No obstante, he de reconocer que en ocasiones me lo ponen muy difícil para que no reviente, y más en los tiempos que corren. La cosa está complicada y encima se actúa mal, pues imagínense el cabreo de un servidor.

Sin embargo, he de decir que he tomado la determinación de no continuar hablando de política en el ámbito público, aunque no puedo asegurar que de vez en cuando no suelte alguna pullita o breve artículo sobre ésto o lo otro. No gano prácticamente nada y lo que pierdo es tiempo y salud. Tiempo que podría dedicar a escribir un artículo bello para que el lector se deleite y salud porque los nervios me revientan cada vez que algún político inútil hace mal todo.

En Twitter me terminan picando. Veo a mucho descerebrado e ignorante campando a sus anchas y creyéndose mejor que cualquiera que piense diferente, pero ya me da igual. De vez en cuando salto y luego me pregunto para qué. Para nada. Y leo a Marco Aurelio mientras aprendo por qué debería ignorar a esa gente.

Lo que no te mata te pone de mal humor. Ahora más que nunca. A partir de mañana hablaremos de cosas diferentes; hablaremos de algo, que ya es importante.