No sé si alguien que esté leyendo esto me podría llegar a relatar alguna época en la que fuera testigo de una actividad parlamentaria de rigor, digna de ser elogiada por parte de todo el pueblo. Lo dudo mucho; yo no he conocido tal cosa y lo que estamos viendo no es más que la continuación de un esperpento político que podría haber sido descrito a la perfección por Valle-Inclán.
Los señores diputados no entienden que nos hemos cansado de verles jugar al «y tú más» y que si queremos contemplar golpes de verdad iríamos a ver combates de boxeo. Porque las cortes son un aparato en el que debería tener lugar un debate dialéctico, no obstante, parece que la mayoría de los miembros de este Gobierno no conocen ni siquiera el término. Yo ya he desistido en mi intento de hacer política, hubo una época en la que creía que podría hacer carrera en algunos partidos y me tiré al vacío como el que dice, pero pronto acabé desengañado de un mundillo cruel y asqueroso que atufa a alcantarilla y colegueo.
Como cada vez entro menos a Twitter, soy un testigo visual poco fiable de la actividad parlamentaria en los tiempos que corren. Me he cansado de escuchar tantas tonterías en tan poco tiempo y como nadie me obliga a ser partícipe de un circo apestoso, no pago la entrada cuando me lo permiten. Sin embargo, hay ocasiones en las que la política entra por los ojos y se me pone un malestar indignante por escuchar hablar a alguno que debería estar en cualquier otro lado. Hoy Pablo Iglesias decía que Vox ya no es ni fascista, son parásitos. Me asombra, en cierto modo, que semejante mangurrián menosprecie a quien le parezca cuando le venga en gana. Le da igual todo porque ya es vicepresidente y tiene a Pedrito cogido por los bemoles. Ahora puede explayarse en televisión hablando a niños o soltando sus doctrinas totalitarias en el Congreso sin ningún tipo de conveniente ni problema ideológico.
El verdadero problema del asunto es que Pablo no se esconde, hay que reconocer que tiene carácter el tío. Es comunista y lo admite, pero, como todos los afiliados a esta doctrina criminal y homicida, tiene secretos que no conviene sacar a la luz. Por ello se llena la boca hablando de democracia cuando en realidad le gustaría decir dictadura del proletariado. Es normal que cambie los términos, ojo, que no los confunde, porque una cosa suena mal y la otra menos. Llamar fascista a alguien sale muy barato hoy en día, es más, creo que si algún tocapelotas de Twitter visita mi blog terminará por llamarme nazi. Y cuando digo alguno digo varios, un grupo o directamente una masa. Por eso tampoco transito demasiado el pajarito azul; en realidad me da igual exponerme más o menos porque lo que se sube aquí, aquí se queda y lo puede leer todo el mundo. Y la verdad es que no creo que me esconda en exceso cuando el sitio web tiene mi nombre como dominio, pero allá cada cual con sus acusaciones de pacotilla.
Hemos llegado a un punto de vileza en el panorama político español que ya ni nos preocupa que se llame extrema derecha, fascistas o nazis a partidos políticos constituidos legalmente bajo el amparo del marco constitucional y democrático que a todos nos respalda. Yo creo que ya está bien de decir gilipolleces porque esto será como el cuento aquel del lobo. Algún día vendrá de verdad, pero nos sudará toda la entrepierna porque esta panda de sinvergüenzas se propuso ilegalizar toda aquella ideología contraria a sus tejemanejes bolivarianos, comunistas y soviéticos.
Me gustaría pensar que estamos en buenas manos, qué mejor modo de vivir hay, digo yo. Pero la realidad abrumadora dice que esto no es así y se nos demuestra día tras día. Hoy Vox ha tenido que soportar que les llamen fascistas y parásitos y el resto de españoles que Rufián pida una mayor autonomía para su amada Cataluña no sé muy bien para qué; bueno, saberlo lo sé, como todos.
La falta de respeto constante hacia un modelo democrático que se erigió como ejemplar y reconciliador ha hecho llevar a España a una situación límite por la incompetencia de nuestros gobernantes. Pero ustedes no se asusten, que en las cortes llamarán parásitos, parásitas y lo que haga falta a uno u otro con tal de no hablar de lo que se tiene que hablar.
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