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Te echo de menos

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Una vez, Jorge Valdano dijo que el fútbol era la cosa más importantes entre las cosas menos importantes. Ahora la frase parece cobrar más sentido si cabe. Llevamos más de un mes sin fútbol y no, no estamos en verano y se están cerrando los fichajes para septiembre, estamos en abril y deberíamos estar disfrutando de la mejor parte de la temporada.

Soy el primero en decir que el fútbol es algo menor en situaciones como la que nos encontramos ahora mismo. De ahí que no haya hablado del que yo considero el mejor deporte del mundo por aquí todavía, pero hoy me he puesto un poco melancólico. Google Fotos me ha mostrado un recordatorio de esta semana, pero hace cinco años y me mostraba la fotografía que encabeza el artículo junto a vídeos en los que el autobús del Real Madrid pasaba por la Plaza de los Sagrados Corazones rumbo a hacer historia en el Bernabéu. Era el día en el que el Real Madrid y el Atlético de Madrid se jugaban un pase a las semifinales de Champions en la capital de España, pero el partido es lo de menos.

Sé que se podría vivir sin fútbol. De hecho se podría llegar a vivir sin la mayoría de cosas: libros, películas o incluso familia, pero la vida, creo coincidir con todos aquí, no sería ni mucho menos lo mismo. Para algunos el fútbol no es más que lo que ven los fanáticos durante el todo fin de semana, sin embargo, para otros el fútbol es una forma de ver el mundo. No hablamos ya de goles o equipos, sino de la forma en la que se encaran los problemas, de cómo anteponerse a una situación difícil o de lograr mantener la constancia durante mucho tiempo. Hablo de la relación entre personas y en esa sensación difícil de explicar que se tiene cuando uno se levanta un lunes por la mañana, con todo lo que ello implica, pero está algo animado por el partidazo que se marcó su equipo el domingo a las 21.00.

Echo mucho de menos el fútbol, no me da vergüenza decirlo. Puede sonar a trola, pero les prometo que la última vez que fui al Bernabéu pensé en cuándo sería la última vez que celebraría un gol del Madrid. El de Mariano al Barça fue el último, al menos en el campo, que celebraría durante un largo periodo de tiempo. Recuerdo a la perfección ese cosquilleo que sentí cuando saltaron los jugadores al terreno de juego y el templo blanco rugía al unísono «halá Madrid y nada más». Recuerdo tantas y tantas cosas que a veces uno se pone hasta triste por pensar en lo que podría estar viviendo y no puede ser por un maldito bicho tocapelotas.

El fútbol, como se suele decir, es algo así como un sentimiento, una pasión que los aficionados, con independencia de su afición por un equipo, sienten de forma colectiva y común. El equipo es lo de menos, porque si ya me importaba poco que alguien fuera del Barça o del Atleti, imagínense ahora. Todos somos iguales ante un gol rival y uno propio porque al fin y al cabo formamos parte de un grandísimo colectivo que se resumen en seis letras: fútbol.

Te echo de menos, sí, pero espero que vuelvas bien pronto para ponernos donde siempre debimos estar: juntos y viendo un buen partido.

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