Las cosas o se hacen bien o directamente no se hacen. Sin embargo, vivimos en un panorama político nacional tan tremendamente mediocre que las cosas se terminan haciendo porque sí, sin razón de ser o motivos por los que realizarlas. Prima el dinero y el poder antes que el bien de los ciudadanos y aquí estamos, confinados hasta el 9 de mayo como mínimo. Lo seguro es que nos quedan varias semanas en casa, el resto ya se irá viendo.

El problema es realmente ese, es decir, no se puede «ir tirando» en una situación límite, catastrófica y sin parangón en la última mitad de siglo, es imposible. Sabemos poco y lo que conocemos de poco vale porque lo que desconocemos, que son la mayoría de las cosas, es más importante. Vamos sin planes y a lo loco cuando lo que toca hacer es una ruta a seguir, un camino pautado que nos lleve a buen recaudo bien lejos de este virus y de la panda de incompetentes que tiene las riendas de España.

Asistimos incrédulos al ocaso de la vida como la conocíamos mientras el vicepresidente, uno de los cuatro, se limita a echar pestes a un juez por condenar a Isa Serra por golpear e insultar a policías en el contexto de un desahucio. El ejercicio de división de poderes no es algo con lo que Pablo Iglesias comulgue. No traga el hecho de que la gente quiera vivir en un sistema democrático occidental con todas sus virtudes y sus defectos, como si de un matrimonio se tratara. A él le van más los regímenes liberticidas que juzgan y señalan al disidente por pensar o actuar de una manera que no se considera legal. Cuba o Venezuela son su modelo a seguir. Pero Pablo no es como Pedro, no se esconde y ya lo ha dicho en varias ocasiones. Es un sicario de la izquierda totalitaria ahora globalizada que pretende instaurar en España un Estado de terror.

La gente comienza a estar hasta las pelotas del circo mediático que tienen montado aquí los compadres. A Ferreras ya no le cree nadie con un par de dedos de frente y a su señora, la desmentidora de bulos, tampoco. La cuerda se tensa, pero va a llegar un momento en el que se romperá y a tomar por culo la bicicleta, como se suele decir.

Los test chinos comprados con intermediarios condenados a prisión parecen ser un tema que ya ha pasado de moda. Pero ahora, por lo visto y siguiendo a la eminencia Simón, no hace falta hacer test masivos a la población. Claro, si es que para qué cojones querrá la gente salir a la calle; lo mismo, digo yo, que para trabajar y tratar de limpiar las ruinas de una gestión negligente y criminal.

El tiempo va corriendo, pero el Gobierno tiene la suerte de que la oposición no es del todo como ellos, son gente civilizada al igual que sus votantes. Sus votantes son los que no se manifiestan día sí y día no y curran como campeones y no se cuelgan medallitas. De otro modo y estando la izquierda totalitaria en la oposición ya no quedaría contenedor sin quemar.

No estaría de más fijar unas fechas, aunque fueran provisionales, para que la gente se vaya haciendo una idea de las ideas que el Gobierno carece, de ahí el problema. No estaría de más que comenzaran a actuar como personas responsables y humanas que lo que quieren es el bien de su país. No estaría de más, pero para ellos está de menos.