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En quién confiar

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La pandemia mundial del Covid-19 va a causar, y ya lo está haciendo, graves estragos en la sociedad tal y cómo la habíamos conocido. Los expertos afirman que la crisis económica que se avecina es tan fuerte como la sufrida tras la Segunda Guerra Mundial además de la crisis humanitaria cuyos efectos ya estamos sufriendo.

Existen multitud de pequeñas crisis personales que van a generar cambios a nivel individual que se traducirán en cambios sociales a gran escala. La imposibilidad de despedirse de los seres queridos seguro que creará graves trastornos a una gran parte de los afectados; también el hecho de quedarse en casa confinados durante tanto tiempo, y lo que queda, hará mella en algunos provocando comportamientos erráticos o irracionales en apariencia. La sociedad tendrá que acostumbrarse a convivir un tiempo con el virus y con todas sus consecuencias.

Hay otra crisis emergente que va de tapada. La crisis de confianza. Muchos ciudadanos se encuentran ahora confusos, no saben en quién confiar. En gran medida, los medios de comunicación tradicionales han contribuido a generar la inmensa crisis humanitaria en la que estamos sumidos a través de las tranquilizadoras palabras que emitían desde sus privilegiados lugares en la sociedad. Los informantes, como entes necesarios para cualquier sociedad democrática, han colmado la paciencia de una gran parte del pueblo. Muchos sujetos han visto cómo los medios en los que siempre han confiado les han mentido, deliberadamente o no, en toda la cara. Lo peor es que muchos nos lo creímos, produciéndose así un efecto rebote o círculo en el que vivimos engañados durante un tiempo hasta que la realidad nos abrió los ojos.

No sólo han sido los medios, el poder político también sale especialmente dañado de esta crisis. La nefasta gestión y nula transparencia de nuestros representantes están creando un ambiente de crispación social del que será muy difícil salir. Nos dijeron con toda la tranquilidad existente que este virus no iba a provocar más allá de algún caso en nuestro país. Hoy hay más 18.000 muertos, la cifra sigue subiendo y no se dilucida un ápice de autocrítica o perdón.

Los medios de comunicación se han mostrado tal y como en los últimos tiempos han sido: siervos de la corriente que toque en ese momento. Tocaba no alarmar a la población por algo alarmante y contribuyeron en crear un estado de plena confianza y tranquilidad tildando incluso de locos a los que, sin tener ningún interés más allá del bien común, trataban de poner las cosas en su sitio y avisar al vecindario.

Las cosas no se hicieron ni se están haciendo como deben hacerse. Todo tiene su repercusión y más en el mundo actual con sus redes sociales, fact-checkers, bulos, zascas y demás tonterías. Los medios pedirán ayuda porque ya no hay pasta para publicidad, pero los ciudadanos podrán contestar con la misma ayuda que los medios prestaron al pueblo cuando más lo necesitaba, cuando nadie parecía saberlo.

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