La pandemia del Covid-19 está poniendo en relieve la situación en la que muchos países se encuentran. No se habla ya sólo de las deficiencias sanitarias, la falta de prevención, la carencia de medios y la ineptitud de la clase gobernante, sino también de los regímenes liberticidas que cortan las alas a la información libre y verídica con el fin que solamente ellos conocen.
Que china es un país bajo un Gobierno tirano es sabido por todos aquellos que lo quieran ver. El régimen chino se caracteriza por coartar libertades y restringir el libre acceso a la red de todos sus ciudadanos. Su sistema de gobierno, un partido único y denominado comunista, denota que no entronca con los cánones occidentales que consideraríamos democratizadores.
En China se encuentra el foco de la pandemia que ahora mismo tiene a millones de personas encerradas en casa. Concretamente en la ciudad de Wuhan en la región de Hubei. Se ha especulado mucho con el verdadero origen del virus, pero me ceñiré a las principales hipótesis y sucesos que han podido producir el masivo contagio y desembocar en la actual situación.
Todos los expertos apuntan al mercado de mariscos de Wuhan como principal vector expansor de la pandemia. Se trata de un mercado en el que se comercializan productos frescos y no tan frescos con secciones en las que se podían encontrar animales vivos para el despiece en directo. Las costumbres culinarias chinas contienen este tipo de platos para su dieta, pero no deja de resultar llamativo para el público occidental que erizos, serpientes, murciélagos, cachorros de lobos, mapaches o sapos se comercialicen vivos para su posterior preparación y degustación. Algunas de estas especies son un reservorio perfecto para este tipo de virus que en un principio no afectan a seres humanos, pero que a través de la zoonosis han contagiado a humanos.
Según varias investigaciones, el mercado de Wuhan ya había sido advertido por las autoridades por las altas tasas de insalubridad que se habían llegado a alcanzar en algunos puntos del mismo. De hecho, se acusa también al consumo de la civeta, un animal similar al zorro, a la propagación del SARS y el MERS, enfermedades con síntomas similares al Covid-19, pero con una tasa de mortalidad superior.
Todavía se continúa buscando al paciente cero sin llegar a saber, al menos a día de hoy y con los medios que nos llegan a España, su procedencia y origen del contagio. Algunas informaciones apunan a que pudo ser una mujer en octubre, vendedora de gambas vivas en el mercado de Wuhan, la primera en contagiarse de Covid-19. Esto significaría que la pandemia comenzó mucho antes de que China alertara a la OMS sobre su potencial expansión y se diera la voz de alarma.
Que el Gobierno chino miente es una cosa que está bastante clara. Se viralizó un mapa en el que se mostraba una alta concentración de dióxido de azufre, surgido de la combustión de elementos orgánicos que podría producirse al incinerar cuerpos humanos, pero rápidamente varias agencias de prensa tildaron al mapa de predicción y a la mala interpretación del mismo de bulo; no queda nada del todo claro, pero si eliminamos esa prueba del alegato contra China, el veredicto sigue siendo contundente. Muchos freelancers e informadores chinos alertaron a la comunidad internacional sobre una ingente cantidad de camiones que llevaban cadáveres para ser enterrados o incinerados con la mayor brevedad posible y en una «discreta» ceremonia.
Algunos de los nombres más sonados de estos informadores son Chen Qiushi y Fang Bin. Ninguno de estos hombres era periodista o informador de profesión, sino que a raíz de problemas surgidos con las contradicciones con el poder chino, ambos decidieron intentar informar al mundo de lo que realmente estaba ocurriendo en el epicentro de la pandemia, en Wuhan.
Lo hicieron a través de vídeos y publicaciones en las redes sociales. A ambos se les intentó silenciar e intimidar: la policía les visitó y sus cuentas de WeChat (red social china en por la que se comunican la mayoría de chinos) fueron bloqueadas rápidamente. No obstante, todavía siguen accesibles tanto sus vídeos como sus publicaciones en Twitter.
Ver ahora lo que estos héroes desaparecidos intentaron advertir es escalofriante. En vídeos de Fang Bin se pueden ver furgonetas plagadas de cadáveres y pasillos de hospitales en los que los pacientes más graves se mezclaban con los ya fallecidos. Chen Qiushi, abogado de profesión, decidió trasladarse a Wuhan para narrar de primera mano lo que allí estaba sucediendo. Por decir la verdad también fue silenciado.
Llevan desaparecidos más de dos meses, es decir, que sus advertencias, sus vídeos y sus publicaciones datan de los meses de enero y febrero, bastante antes de que la pandemia llegara a España. El Partido Comunista Chino decidió silenciar a los valientes y ofrecer otra visión oficial y más bonita. No se sabe dónde se encuentran o si se encuentran si quiera con vida. Lo que sí sabemos es que gracias a su ímpetu y valentía, muchos sabemos la verdad escondida detrás de ruedas de prensa y buenismo institucional.
En uno de sus últimos vídeos, Chen Qiushi decía que «si no temo a la muerte, cómo voy a temer al Partido Comunista». Ahora sólo queda seguir su ejemplo e informar con rigor y de manera crítica cuando sea necesario. También es momento de replantearse la suerte que tenemos los que vivimos en países con libertad de prensa asentada y el mal uso que se le da a la misma.
Aquí un vídeo de South China Morning post sobre Fang Bin y el perfil de Twitter de Chen Qiushi.
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