Pensar en volver; sentir que ya te has ido. Podría ser perfectamente un verso de Neruda, y más teniendo en cuenta que he parafraseado los del veinteavo poema de amor de su obra más famosa. La pandemia, la cuarentena, el aislamiento y todas sus consecuencias dan mucho que pensar por varios motivos, pero el más evidente es por el abundante tiempo malgastado.
Desde hace un par de años escribo un diario. Un diario no en el sentido estricto de la palabra, sino un cuaderno en el que anoto pensamientos o experiencias que me suceden a lo largo de los días. No necesariamente se escribe durante todas las jornadas del año, es más, lo normal es que las entradas en el diario aparezcan de vez en cuando: cada dos días, semana o incluso una quincena después de la última. No es lo normal, pero a veces pasa y tampoco ocurre nada. El diario me sirve a modo de descarga de pensamientos. Escribo lo que se me ocurre. Desde las cosas más nimias a los problemas que me han ido surgiendo; lo interesante del asunto es que cuando se plasma en el papel todo recobra su sentido original y la mente descansa.
Solemos malgastar el tiempo habitualmente y ahora, metidos en casa por obligación hasta nuevo aviso, más si cabe. Es cierto que en algunos momentos necesitamos un respiro, ponernos delante de la tele y ver el producto más comercial que tengamos al alcance: conseguimos desconectar. Se nos cuenta una historia intrascendente que perdurará en la memoria lo mismo que en el televisor. Vale. Pero de ahí a estar todo el día siguiendo el ciclo hay un tramo muy largo.
Yo no soy ningún intelectual subido a un pedestal y hablando sobre doctrinas para gente culta, soy un simple tipo al que leer le cambió la vida. Es por eso que recomiendo encarecidamente la realización de esta actividad tan sana para cuerpo, alma y mente. Suelo decir eso de «da igual lo que leas, pero lee algo» porque leer implica un esfuerzo mental que un producto audiovisual no te propone. Leer implica desarrollar la concentración necesaria para seguir el hilo de una narración sobre lo que sea. También se desarrolla la imaginación al estar constantemente dibujando en la mente el lugar en el que uno está inmerso. Leer es una actividad necesaria y beneficiosa, pero que su práctica es cada vez menos común.
Leer, al largo plazo, implica escribir. Se puede escribir sobre mil cosas y de un millón de maneras, pero sin lo primero, lo segundo o no llega o lo hace mal. Una vez que el lector comienza a escribir puede entender a las voces que le hablan en los libros, la dificultad de crear un universo en el papel y las bonanzas de plasmar en una hoja lo que se siente o piensa. Yo comencé en la lectura gracias a un profesor y una asignatura: Literatura universal. Es el único libro académico que me he negado a vender por el cariño que le cogí. El primer libro que leí por gusto fue Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Ni siquiera me gasté dinero en ello: me descargué en mi iPad una versión gratuita que encontré por la red y lo demás es historia.
En estos días de cuarentena me encuentro, en ocasiones, falto de contenido audiovisual de calidad. Entro en Youtube una y otra vez para comprobar si se ha subido algo que me interese. Cierro la aplicación y repito el proceso al rato. Especialmente en aquellas ocasiones en las que no puedo leer o no estoy acostumbrado a hacerlo. Una de ellas es el momento del desayuno; me parece un engorro comer y leer a la vez por lo que termino no haciéndolo, pero la mayoría de días termino desayunando solo frente a la tele apagada y el iPad bloqueado. Como un auténtico loco.
En este periodo, lo que más estoy buscando, supongo que como todos, es la evasión; libros que me saquen de casa. Por suerte, el género de aventuras está plagado de títulos que merecen la pena y no me aburro tanto. También leo bastante historia para entender cómo hemos llegado a donde estamos y por qué. El periódico es otra de esas cosas que leo cotidianamente. Soy lector del ABC, pero tampoco le hago ascos a nada. Me gustan sobre todo las páginas de opinión.
El caso es activar la mente en momentos difíciles y ya de paso comprender cómo funciona lo que llamamos mundo. Lean lo que les apetezca, pero nunca dejen de hacerlo.
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