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La bochornosa actitud política

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España ha amanecido hoy de forma similar a ayer. No se producen hechos más allá del Covid-19, los medios de comunicación se afanan en llenar tiempo o páginas enteras hablando de lo mismo con nuevos datos: “la cifra de fallecidos es la más baja desde hace tres semanas” comentaban el otro día. Es cierto, la cifra oficial de fallecidos por Coronavirus fue una mínima entre máximas, pero todo no es lo que parece.

Ayer supimos que las Comunidades Autónomas falsearon datos de muertos para hacer así más llevadero el confinamiento –supongo– y no alterar a la población “innecesariamente”. Algunos apuntan a que no se quiere llegar de ningún modo a la cifra simbólica de mil fallecidos al día por ser un número redondo y significativo. También se dice que no se está contabilizando como se debería y que muchos ancianos fallecidos por Covid-19 a los que las pruebas no llegaron a tiempo contabilizan como otro tipo de muertes, es decir, que no contabilizan para las cifras oficiales. De este modo, las cifras en algunas comunidades autónomas como Castilla la Mancha podrían ser del doble de fallecidos que en las listas oficiales.

En los peores momentos suelen aflorar acontecimientos loables, pero también rastreros y propagandísticos. Los partidos políticos continúan haciendo campaña de la tragedia mientras ancianos mueren solos en residencias infestadas por la enfermedad y muchas familias quedan en vela por un pariente ingresado e incomunicado. Seguimos jugando al “y tú más” tan característico de nuestras cortes. Lo que parece ser verdad es que la situación es altamente insostenible; todo apunta a que estamos al borde de una crisis económica de dimensiones inimaginables. Se dice que no se había visto algo así desde la Segunda Guerra Mundial. El orden del mundo está en juego y ya son tres las potencias que están jugando a ver quién es más fuerte: China, Rusia y EEUU. Somos el juguete del niño de turno.

En Europa nos peleamos por si alguien nos deja, a nosotros, los países del Sur, una cantidad indeterminada de dinero para gastar en lo que nos convenga, probablemente chiringuitos, gilipolleces y lo que vaya surgiendo. Nadie en sus cabales está dispuesto a dar una pistola a un mono, y menos si el mono ha demostrado ser altamente incompetente entre su estirpe.

Seguimos viviendo de carroña. A título personal he de decir que nunca me han gustado las portadas, primeras páginas o aperturas de telediario con imágenes desagradables, infames y poco moralizantes. También debo reconocer que hasta hace muy poco era de los que pensaba que la ausencia de testimonios en los medios de gente que ha perdido a familiares o documentos gráficos que acreditaran la existencia de la catástrofe era un burdo intento de manipulación por parte del ente gobernante. En cierto modo sigo en esa corriente, pero hoy me he dado cuenta de la tamaña estupidez que estaba diciendo. El diario El Mundo replica en su edición de hoy la nefasta portada de El País en un viernes 12 de marzo de 2004. Se pueden ver filas de ataúdes con personas dentro, cabe recalcarlo porque hay a quienes no les entra en la cabeza, ordenados alfabéticamente. La imagen está convulsionando las redes y siendo objeto de crítica de prácticamente todo el grueso de Twitter.

Los tuiteros de izquierdas critican ferozmente la ausencia de empatía de El Mundo mientras que ellos no se cortaban ni un pelo en publicar imágenes de los refugiados ahogados en el Mediterráneo acusando a todos menos a los que no interesa de la muerte de centenares de personas que huían de la guerra. Los tuiteros de derecha se dividen entre los que defienden la bandera y un partido a ultranza y los que tienen capacidad de reflexión. Los unos son el rebaño de un sector y los otros no dudan en criticar las acciones de aquellos a los que han votado.

La vida, por suerte, no se reduce a la política aunque nos intenten creer que sí. Lo que es cierto es que la situación actual de muchas personas depende de la actuación de un gobierno comandado por un capitán fantasma. Por lo menos, siempre nos quedarán los versos de Espronceda: “Y si caigo / ¿qué es la vida? / por perdida / ya la di / cuando el yugo / del esclavo, / como un bravo, / sacudí”.

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